sábado, 10 de abril de 2010

Los diez mejores chistes de la homeopatía

Vivimos rodeados de superstición y pseudociencia. Basta abrir el periódico para encontrarse con el horóscopo, un anuncio de la “timopulsera” o una noticia sobre el presunto descubrimiento del arca de Noé. En lo referente a la salud, y aunque parezca mentira, la magia y la hechicería siguen teniendo un hueco en nuestro sistema sanitario y nuestras farmacias. A pesar de los estudios clínicos, la ausencia de pruebas y la demostración de que se trata de un tinglado pseudocientífico, la homeopatía sigue colando entre los pacientes y hasta entre algunos profesionales de la medicina.

Acabo de terminar de leer “La homeopatía ¡vaya timo!”, del médicoVíctor-Javier Sanz (Editorial Laetoli) que ofrece precisamente una disección meticulosa de todas y cada una de las falacias y engaños que los homeópatas llevan años contando al personal. Para ello, el autor se sirve del humor y la ironía ya que, como bien advierte en el prólogo, la homeopatía es como “el club médico de la Comedia” y da para una buena colección de "homeochistes". Sobre el tema ya se ha escrito mucho, pero como dice Javier Armentia, “es deber de quien escucha una tontería hacerlo notar”. Por eso he decidido poner mi granito de arena con mi particular recopilación de chistes, algunos inspirados por el libro y otros por las muchas y documentadas fuentes que han escrito sobre el asunto. Aquí van los diez chistes más celebrados del disparate homeopático: (Seguir leyendo)

1. Lo igual cura lo igual. Una absurda interpretación de un viejo principio (similia similibus curantur) está en el origen de este festival del humor. El padre de la homeopatía, Samuel Hahnemann, observó que la ingestión de quina provocaba la misma fiebre que ayudaba a combatir y empezó a tejer su pintoresca teoría: lo que cura a los enfermos es una dosis de lo que causa su propia enfermedad. Si el principio fuera cierto, apunta Sanz, la penicilina provocaría gonorrea y a los asfixiados se les resucitaría administrándoles monóxido de carbono. (No lo hagan en sus casas)

2. Bébete un lago. No contento con sus primeros homeochistes, Hahnemann se puso aún más creativo y estableció el principio según el cual al enfermo hay que suministrarle dosis infinitesimales de la misma sustancia que le hizo enfermar. Trasladado a la práctica, los homeópatas siguen realizando disoluciones que dejan el número de Avogadro en pañales hasta el punto de que ni los más sofisticados análisis logran encontrar una sola molécula de la sustancia original que se empezó a mezclar. Como dice el gran Randi, un producto homeopático típico (8CH) es como echar una aspirina al lago Tahoe, agitarlo todo y esperar unos años a que la mezcla sea homogénea. Una disolución 12CH equivale al contenido de una gota vertida sobre todos los océanos del planeta y un preparado 30CH es como una gota en una esfera de líquido con el radio del sistema solar. Y cuando más diluido, más potente es el remedio. Como para que te duela la cabeza.

3. Hocus Pocus. Además de cortito de ginebra, el remedio homeopático se sirve agitado, como los martinis de James Bond. No basta con disolver la solución original en litros y litros de agua, también se debe agitar la mezcla en cada paso para que adquiera sus propiedades curativas. ¿Qué sentido tiene esto? El mismo que el toque de varita o el soplido de los magos, pero son ganas de quitarle la ilusión a los chicos.

4. ¿La memoria del agua? Oh shit! Ante semejantes disoluciones, ni los propios homeópatas son capaces de distinguir una mezcla homeopática del agua del grifo, así que toca buscarse una buena coartada: la “memoria del agua”. Según las bases de la homeopatía, el agua recuerda los principios curativos y los mantiene a pesar de las disoluciones. Curiosamente, al agua le pasa como los humanos, que tiene memoria para lo que quiere y solo recuerda los principios bondadosos. Por otro lado, si cada molécula de agua de nuestro planeta tiene memoria de los sitios por donde ha pasado, la cosa se pone bastante fea… (¡Noooooooooooo!)

5. Buenos días, señor Placebo. Efectivamente, existe una lista de experimentos mediante doble ciego que ha demostrado que la homeopatía funciona (lean, lean). Todos los demás estudios, incluidos algunos fraudes que se han colado en las principales revistas científicas, presentaban claras deficiencias o manipulaciones. Lo que la ciencia nos dice hasta ahora es que la homeopatía funciona básicamente como un placebo. Como explica Esther Samper (Shora), “la amplia mayoría de tratamientos que se indican son justamente para enfermedades que remiten naturalmente con muchísima frecuencia o que son muy susceptibles al placebo”. Sanz apunta un detalle más: no se realizan “ensayos clínicos homeopáticos con patologías graves (infartos, septicemias, meningitis agudas, etc)”, seguramente porque el chiste ya pasaría a pertenecer al humor negro.

6. ¡Milagro! Milagro! Ante la falta de resultados reales, la homeopatía se guarda una carta en la manga: el “remedio” homeopático se suele administrar al tiempo que se aplica la medicina real, de modo que si ésta funciona, el hechicero de turno se acaba apuntando un tanto. Este comentario deSumel, en Menéame, lo resume estupendamente: “Pues a mi me funcionó. Yo tenía apendicitis y me sometí a un tratamiento homeopático, con una sustancia que causa apendicitis muy muy diluida en agua (suero fisiológico de grado hospitalario en vena) y me curé. También me operaron, pero ¿qué relevancia puede tener eso, si fue con una mierda de bisturí sin memoria (…)?”

7. La "letal" medicina moderna. Los homeópatas suelen atacar al público desprevenido con un argumento mentiroso y falaz: la medicina científica se basa en la química, nos envenena y nos destruye. Curiosamente, es el avance de la medicina científica el que ha logrado reducir la mortalidad y atajar las letales infecciones. Si la homeopatía ya tenía la solución en el siglo XVIII, se pregunta Sanz, “¿por qué no lo demostraron entonces, evitando así los engorrosos ensayos clínicos actuales carentes de validez?” ¡Qué casualidad que las medicinas alternativas, siendo entonces y ahora las mismas, hayan tenido que esperar al desarrollo de la medicina científica para tener éxito!”

8. “Pues a mí me funciona…”. “Me taladré la frente y se me quitó el dolor de cabeza. A mí la Black & Decker me va bien para esas cosas”. La cita es un pullazo del amigo Rinze, pero no hace falta dar muchas vueltas para encontrar a personas que afirman que el Tarot, la imposición de manos o las visitas a Raticulín les funcionan. Vuelvo a citar a la gran Shora: “la única forma de saber si un tratamiento funciona o no es con ensayos clínicos. Todo lo demás son opiniones personales sin fundamentos”. O como dijo Clint Eastwood, en un momento de descarnada lucidez: “las opiniones son como el culo: todo el mundo tiene una”.

9. ¡Que viene el oscilococo! En homeopatía esto viene a ser como el chiste de la vaca, uno de los gags más celebrados. Resulta que durante la terrible gripe española de 1918, el médicoJoseph Roy creyó descubrir la causa en la sangre de los enfermos: una bacteria que vibraba mucho y a la que bautizó como oscilococo. Roy también atribuyó los tumores cancerosos, el herpes y otro montón de enfermedades y, por alguna misteriosa iluminación, eligió el hígado de unpato de Berbería para producir su remedio homeopático. La receta ha llegado hasta nuestros días y se vende en las farmacias con el nombre de Oscilococcinum, para combatir la gripe. El chiste viene ahora: aparte de Roy, el oscilococo “no ha vuelto a ser observado por nadie, y como nombre de género no es ya admitido por los bacteriólogos”. Por cierto, echad un ojo ala receta del presunto medicamento: como otras recetas homeopáticas, costaría distingurilo de una pócima de la bruja Piruja.


10. ¿No es para suicidarse? Con todos estos argumentos en contra, darían ganas de quitarse de en medio. No sabemos si algún homeópata lo ha intentado, lo que sí sabemos es que si usa sus pastillas lo lleva claro. Periódicamente, grupos de escépticos de todo el mundo se ponen de acuerdo para intentar un suicidio colectivo tomando pastillas homeopáticas. Sin embargo, a los muy cachondos, la sobredosis les deja como si nada. Uno de los escépticos británicos resumió muy bien en su día la intención de estos actos: "Creemos que no deberían vender pastillas de azúcar a gente enferma”. Pues eso.

Conclusión: aunque diez puntos son muchos puntos, la lista de contraargumentos a la homeopatía nos podría llevar a un post interminable. Si os interesa el tema, os recomiendo el libro del doctor Sanz y os dejo unos cuantos enlaces interesantes para seguir profundizando. De propina, un vídeo que me encantó en su día y que nos viene que ni al pelo para concluir. Así sería un servicio de urgencias si se aplicaran la homeopatía y medicinas alternativas. Si, después de todo, queda alguno de vosotros que defiende la homeopatía, le invito a que se tome una cerveza homeopática a mi salud. ¡Pero no muy cargada! :-)